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SHEIKHA HUSSAH. La jequesa que se enamoró del arte

Sheikha Hussah Sabah Al-Salem Al-Sabah es el nombre de esta princesa del rico Emirato de Kuwait. Junto a su marido, hijo menor del actual Emir Sabah IV, han logrado la colección privada de arte islámico más importante del mundo. Nos la encontramos de visita en Roma y en pocos minutos descubrimos a una mujer sencilla, independiente y apasionada por el arte.

¿Qué hace una princesa del Golfo Pérsico mirando al río Tíber de Roma? Fue lo primero que nos preguntamos al verla. Hussah, sheikha o jequesa de Kuwait, está de visita en la cuna de Occidente para hablar de lo que más sabe: de arte islámico. Un curioso contraste que se acentúa al saber que ha sido invitada por el mismo Vaticano, que es sede de las prestigiosas conferencias internacionales TEDx.

La relación de Sheikha Hussah con el arte se remonta a 1975. “Todo comenzó cuando Nasser, mi marido, compró una botella de cristal del siglo XIV en una tienda de Londres. Quedó admirado por su estilo y sus curvas. Desde ese momento se convirtió en coleccionista porque, a partir de esa pieza, fuimos añadiendo alrededor de 20 mil objetos a la colección”, explica Hussah en un perfecto inglés. Miles de millones de dólares (petrodólares más bien) invertidos en arte y no en ostentosas joyas o vestidos de alta costura como estilan algunos miembros de las casas reales de Oriente Próximo.

En esa frenética afición de coleccionista, la casa del hijo menor del Emir Sabah IV se fue llenando de antigüedades y valiosas obras de arte. Como nos cuenta la princesa Hussah, “las piezas las fuimos poniendo encima de las mesas para el té y comenzaron a estar por toda la casa. Pero los niños y el arte no se llevan muy bien (Nasser y Hussah tienen seis hijos y ocho nietos). Conforme iban creciendo tenía que contener la respiración cada vez que alguno se ponía a correr o a saltar”. Cualquiera estaría de los nervios al ver peligrar una colección con objetos que datan del siglo VIII al XIX, de lugares que van desde España hasta China.

MOMENTOS DUROS PARA HUSSAH

“Afortunadamente esta angustia terminó en 1983 cuando nuestra colección la trasladamos al Museo Nacional de Kuwait, como un préstamo permanente al Estado”, comenta la jequesa. La colección se denominó entonces “Dar al-Athar al-Islamiyyah (DAI)” y comenzó a darse a conocer internacionalmente. Hasta que en 1990 el mundo de Nasser y Hussah se vino abajo. En ese año comenzó uno de los episodios más dolorosos para ella, su familia y su país con la ocupación de Kuwait por las tropas de Sadam Husein. Siete meses en que los iraquíes arrasaron con todo, incluso con parte de su preciada colección de arte islámico. Expoliaron el museo y después le prendieron fuego.

Los objetos que pudieron salvar en esos siete meses de ocupación, fueron llevados a otros países. “Queríamos decirle al mundo que Kuwait era un país que merecía ser salvado. La exposición itinerante no sólo mostraba objetos artísticos bonitos, sino parte de Kuwait, que no se veía en la CNN”, explica Sheikha Hussah. Afortunadamente y por mediación de la ONU, la mayoría de las piezas robadas por el Gobierno iraquí fueron devueltas, “excepto 60 piezas que seguramente alguien se las quedó como recuerdo. Eran los objetos más preciosos de la colección”, relata con resignación esta princesa. Gracias a una ardua labor de investigación, han logrado recuperar alguno de esos objetos. “Uno de ellos apareció en una subasta de Sotheby’s en Londres. Identificamos esa pieza y logramos que volviera a casa”.

UNA MUJER LUCHADORA

El estereotipo de la mujer de los países musulmanes choca con la forma de ser de la princesa con la que estamos charlando. Por simple curiosidad preguntamos: ¿cómo vive una mujer kuwaití? Sheikha Hussah se ríe. “Las kuwaitíes juegan un gran papel en el desarrollo del país. Hay doctoras, ingenieras, arquitectas. Tienen libertad, viajan, son como cualquier otra mujer moderna en Occidente”, nos explica. Aunque los derechos de la mujer no son completamente plenos en Kuwait, este país es el más liberal del Golfo Pérsico comparado con los vecinos Arabia Saudí o Irak. En este pequeño estado, 110 veces menor que México, las mujeres pueden votar desde 2005. “Las mujeres kuwaitíes han conseguido mucho en los últimos 30 años. En el Gobierno hay mujeres que son ministras y tenemos mujeres que nos representan en el Parlamento”, dice Hussah.

Ella es un ejemplo claro de esas libertades. “Recibí toda mi educación en Kuwait en escuelas públicas y también fui a la Universidad de Kuwait donde hice varios cursos”, comenta esta princesa árabe. A partir de los 25 años y de su visita a esa tienda de antigüedades en Londres, su vida comenzó a girar en torno al arte. Además de ser parte de investigaciones con expertos de todo el mundo o de trabajar en excavaciones arqueológicas, Sheikha Hussah pasa la mayor parte del tiempo organizando exposiciones temporales de su colección, en ciudades como Singapur, Tokio, París, Moscú, Ginebra o Nueva York. “Viajo muchísimo por mi trabajo, pero es parte de la alegría que te da tener una colección de arte. Gracias a esto puedo compartir experiencias con mucha gente muy interesante, intelectuales y artistas…”.

Pero de lo que más orgullosa está Hussah no es de tener las colecciones más importantes de joyas medievales, monedas antiguas, manuscritos y porcelanas islámicos. Sheikha Hussah Sabah Al-Salem Al-Sabah afirma que su vida no estaría completa sin su familia. “Soy una madre de seis hijos, una abuela de ocho nietos. Mi vida es plena, cuidando a mi pequeña gran familia, a mi país y a mi museo”, concluye con una sencilla sonrisa. Así es esta peculiar princesa de Kuwait.

*** Este artículo fue publicado en la revista Quién (México) *** © Todos los derechos reservados

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